El buen gusto y el excelente diseño se dieron la mano para crear un trabajo de expansión único que beneficiará a los futuros arquitectos y arquitectas del país.
La moderna ampliación de la Escuela estuvo a cargo de la oficina del arquitecto Jorge Rigau, FAIA, Arquitectos PSC. (Foto por Gabriel López Albarrán / GFR Media)
Por Ileana López Avilés / Especial para Construcción
Luz, mucha luz y espacio, mucho espacio. Estas son las dos características principales de las nuevas instalaciones que inaugura este semestre la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Puerto Rico en Hato Rey, tras concluir un amplio proyecto de expansión y rehabilitación de su edificio multiusos.
La moderna ampliación de la Escuela, la cual está regida por un enorme ventanal de cristal, a través del cual la ciudad se cuela como testigo precisamente de lo que es nuestro entorno arquitectónico, estuvo a cargo de la oficina del arquitecto Jorge Rigau, FAIA, Arquitectos PSC, quien conoce mejor que nadie la institución, ya que él fue, precisamente, el creador y primer decano de la Nueva Escuela de Arquitectura de la Poli.
Entre las características del edificio se destaca la amplitud de los espacios, la luminosidad natural que destilan los salones, la modernidad en la línea de diseño, así como su enorme funcionalidad, donde muchas paredes pueden moverse para reducir o ampliar salones de clases o hasta tener un doble uso. Si hace falta colgar una exhibición, no hay duda que esta expansión de ArqPoli es un espacio único, donde los jóvenes arquitectos y arquitectos paisajistas podrán inspirarse para hacer de nuestras ciudades unas más agradables.
¿Por dónde empezar?
“Relegar el lenguaje arquitectónico postmoderno de los 1980, compuesto por una fachada simétrica, paredes gruesas, detalles clásicos, tejas de barro y otros elementos de la época, por una expresión más renovada, dinámica, transparente y contemporánea, mucho más acorde para una institución que cobija todas las disciplinas relacionadas con la industria de la Construcción” fue sin duda para el arquitecto Rigau, uno de sus mayores retos para lograr una imagen institucional renovada similar a fin del siglo 21.
Este desafío encontró respuesta en un diseño limpio, moderno, de líneas rectas, con grandes áreas abiertas y paredes reducidas a un mínimo para conceder flexibilidad espacial, con la intención de poder acomodar el cambio y el crecimiento futuro sin mayores intervenciones ni problemas.
Asistido en el diseño y construcción del proyecto por un equipo de exalumnos de la Poli, quienes actualmente integran el equipo de su oficina: José Lorenzo-Torres, Miguel Ortiz, José Luis Fortuño, Eduardo Miranda y Celina Bocanegra, otro de los retos que enfrentó el diseño fue cómo ampliar un campus que ya estaba construido hasta sus límites de las calles circundantes. La respuesta del grupo constituyó en aumentar la altura del edificio para evitar crear una huella mayor del edificio a nivel del suelo.
“Otro de los desafíos lo constituía la falta de estacionamientos. Sin embargo, al encontrarse la Escuela dentro del radio peatonal de la estación del Tren Urbano en la Ave. Roosevelt, esta necesidad pudo ser satisfecha, ya que muchos de los estudiantes utilizan este medio de transporte colectivo para llegar a la casa de estudios”, dijo Rigau, quien agregó que “para minimizar los costos de construcción el diseño logró cumplir con todos los códigos sin tener que proporcionar escaleras de incendio o baños públicos adicional a los ya existentes”.
Con el fin de conceder flexibilidad espacial para acomodar el cambio y el crecimiento futuro de la Escuela de Arquitectura, el diseño contempló crear grandes áreas abiertas, en las cuales las paredes se han reducido. De igual manera, todas están construidas para servir como espacio de exhibición, en las cuales se puedan mostrar trabajos para exposición, discusión o crítica.
Esta moderna expansión, además de agregar espacio, tenía como meta transmitir la doble esencia de la arquitectura como arte y como ciencia. Ello se logró con el uso de paredes blancas, contrastadas con acero inoxidable y hormigón expuesto. Los plafones, por el contrario, dejaron intencionalmente visibles al ojo humano todos los sistemas estructurales, eléctricos y mecánicos del edificio, con el doble propósito de economizar en la obra y además servir de ejemplos reales para los estudiantes de cómo se deben construir y lucir dichos sistemas.
Aunque el edificio no fue diseñado para optar para criterios de LEED, sí se incorporaron al mismo principios básicos de sostenibilidad, como el endoso a la peatonalidad, la minimización de la huella del edificio, la reutilización de componentes del edificio ya existente y la optimización de la luz natural - proveniente del norte - como prioridad clave en un edificio que estará siendo utilizado los siete días de la semana, las 24 horas.
Este enorme ventanal de cristal que se extiende a lo largo de la fachada norte del edificio es probablemente el sello distintivo del proyecto, ya que la majestuosidad que imparte la luz natural diurna, así como la vista nocturna a los edificios de Hato Rey servirá de inspiración a los estudiantes que ya no tendrán que trabajar en salones cerrados. Con un innovador sistema de auto-limpieza al aire libre, dicho ventanal fue especialmente diseñado para el proyecto por los arquitectos de la empresa Valcor.
Por otra parte, explicó el arquitecto Rigau, el nuevo vestíbulo de la Escuela de Arquitectura incorpora 12 luminarias para marcar las horas. Las mismas están dispuestas perpendicularmente a las vigas de hormigón preexistentes del edificio, donde se reproducen diferentes iconos de la historia de la arquitectura en secuencia.
“De esta manera se intersecan así los dos tiempos importantes de la vida de un arquitecto: el legado extendido de la disciplina y diseñadores que a través del tiempo han dejado huella, en contraste al tiempo rápido, el ajoro de las horas que discurren implacables cuando hay un proyecto que terminar”.
No hay duda que el buen gusto y el excelente diseño se dieron aquí la mano para crear un trabajo de expansión único que habrá de beneficiar a los futuros arquitectos y arquitectas del país, siendo la matrícula de ArqPoli la que actualmente supera 500 estudiantes.
Agregó el arquitecto Rigau que en este importante proyecto también participaron el ingeniero estructural José M. Pérez, el ingeniero eléctrico Andrés Sánchez y el ingeniero mecánico Jorge Ledón. Mientras que la construcción estuvo a cargo de QB Construction y la inspección fue de AMS.