31-marzo-2012
La arquitectura eclesiástica de Henry Klumb
“Klumb llega a la Isla para contribuir a la arquitectura con una obra de elementos modernistas en un momento histórico en que existía un concepto de que el país podía echar hacia delante”
El Santuario de San Martín de Porres en Cataño. (Foto por Héctor E. Ortiz)
Por Ileana López / Especial para Construcción
Conocido mayormente por su aportación en la ampliación modernista que a mediados del siglo 20 experimentó el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, ejemplificada en edificios como el Museo de Historia, Antropología y Arte, el Centro de Estudiantes y la Biblioteca General, el arquitecto Henry Klumb también realizó una enorme aportación a la arquitectura eclesiástica en la Isla al contribuir con una interesante obra que cambió el modo hasta entonces conocido de adorar a Dios.
Invitado a la Isla por el entonces gobernador de Puerto Rico, el planificador norteamericano Rexford G. Tugwell, Klumb se había graduado de arquitecto en 1925 en su ciudad natal, Colonia, Alemania, desde donde se trasladó dos años después a Estados Unidos con la idea de buscar por medio de la arquitectura, "valores superiores", entendiendo que los encontraría junto al arquitecto Frank Lloyd Wright, de quien aprendió que la verdadera arquitectura "trasciende el tiempo y evoluciona siguiendo principios orgánicos".
Una vez en Puerto Rico, Klumb laboró para el Comité de Diseño de Obras Públicas y estableció su práctica privada en 1945 bajo el nombre de “The Office of Henry Klumb”, la cual se convirtió rápidamente en una de las oficinas de arquitectura de mayor importancia en Puerto Rico.
En su escrito Hacia una modernidad tropical: la obra de Henry Klumb, 1928-1984, el profesor Enrique Vivoni, director del Archivo de Arquitectura y Construcción de la Universidad de Puerto Rico, indica que “en su práctica privada, Klumb exploró y desarrolló unas herramientas de diseño cuyas raíces se encontraban en Europa, curiosamente en la arquitectura de Le Corbusier: los pilotes, la planta libre, los ventanales continuos y la fachada libre. Mientras que por otro lado, los cinco años de aprendizaje con Frank Lloyd Wright le enseñaron a armonizar el edificio con la tierra, articular el espacio interior y exterior, privilegiar las líneas horizontales y diseñar con la naturaleza. Estas herramientas y principios arquitectónicos lo llevaron al uso del quiebra sol, la pared perforada, las paredes en pivote y la preferencia por la ventilación cruzada y la iluminación natural”.
Durante 20 años, Klumb fue el único arquitecto a cargo de las nuevas edificaciones en la Universidad de Puerto Rico y en ellas logró desarrollar plenamente sus ideas arquitectónicas las que más tarde trasladó a sus diseños hechos para la Iglesia Católica.
Desde hace unos años el arquitecto Jorge Rigau ha estado liderando de manera voluntaria la restauración de la Parroquia San Martín de Porres en Cataño, cuya construcción data de 1949, una de las iglesias más emblemáticas de este arquitecto alemán.
Según el arquitecto Rigau, egresado de la Universidad de Cornell, la nueva visión de los años sesenta en Puerto Rico, “Klumb establece un “swift “ en lo que hasta entonces se conocía. Mientras los edificios históricos eran simétricos, con ese cambio estilística y urbanísticamente hablando, la arquitectura religiosa se va manifestar de otra manera. Una forma elocuente de entender esto, es que a la misma vez que Klumb crea San Martín de Porres en ese mismo año se inaugura la iglesia San José de Villa Caparra, que representa uno de los últimos aletazos del estilo tradicional del “Spanish Revival” con una nave principal y las capillas laterales”.
“A través de la historia ha habido dos modelos de templos que vienen desde los griegos y lo romanos. Los primeros usaron el modelo longitudinal, con la idea de que para adorar tú haces una procesión. Mientras que los romanos, usaron el modelo centralizado, en el que se utiliza el círculo como figura perfecta. Cuando el Cristianismo sale de las catacumbas tiene un problema de imagen porque habían hecho el culto oculto, así que cuando salen tienen que definir cuál es la cara que va a tener. De manera que adoptan la forma del lugar donde hasta entonces se administraba la justicia, que eran las basílicas, un concepto que estaba más a tono con el cristianismo”, explicó Rigau, quien agregó que hoy día las basílicas son iglesias pero en la época romana eran cortes de justicias, así que se adopta ese modelo que se perpetúan de muchas maneras, pero que mantiene un espacio central y dos laterales.
“De ahí vienen las iglesias medievales, que son largas, donde el individuo va peregrinando a través de la vida para encontrar la luz, que sale por el Este por lo que la iglesia va a estar orientada hacia el Este. Después del Renacimiento se vuelve a mirar el círculo y comienzan a aparecer las iglesias centralizadas. El Vaticano comienza su primer diseño por ser una iglesia centralizada. Llega el Barroco y se introducen estructuras más pesadas debido a que como iban a ser altas, tenían que llegar a Dios. Así que la idea de una iglesia para muchos de nosotros es esa: pilares y arcos”.
Explica el arquitecto que con la modernidad se plantean conceptos distintos en diferentes países, así como serios debates acerca de que era necesario “hacer iglesias contemporáneas para hacer entender que Dios era parte del presente y que está entre nosotros, en lugar de pensar que Dios había que ir a buscarlo a las iglesias del pasado”.
Así llegamos al año del 1950 y nos encontramos con realidades distintas. Mientras la Iglesia San José de Villa Caparra es construida con elementos como el rosetón medieval, la torre, las ventanas en arcos y las naves laterales bajitas, ese mismo año Klumb está haciendo una iglesia moderna abierta al exterior, lo que representa una ruptura enorme con lo que hasta entonces se estaba haciendo aquí.
“Klumb llega a la Isla para contribuir a la arquitectura con una interesante obra de elementos modernistas en un momento histórico en que existía un concepto general de que el país podía echar hacia delante y donde había un clima de cosas creativas”, dice Rigau, quien añadió que “examinando la obra de Klumb, todos los elementos de las iglesias modernas están en su obra: la continuidad entre el interior y el exterior, una mayor fluidez y flexibilidad en los espacios, una sensibilidad especial hacia lo que es la secuencia”.
Santuario de San Martín de Porres
La primera comisión que Klumb obtuvo de la Iglesia Católica fue en 1946 para el diseño de la Capilla Santa Rosa, lo que resultó en una estructura bastante estoica. Sin embargo, no fue hasta que le fue comisionado en 1949 el diseño del Santuario de San Martín de Porres, en Bayview, Cataño, que Klumb crea una revolución en lo que hasta entonces había sido la arquitectura eclesiástica en Puerto Rico al introducir elementos tales como “la comunión directa con la naturaleza que se confabula en esta obra arquitectónica para crear una verdadera pieza de arquitectura tropical”.
Ejemplo de lo anterior es el Santuario de San Martín de Porres, en la cual según menciona Rigau “cuando caminas hacia el altar a comulgar el espacio está como contenido, pero cuando se vuelve de comulgar se “abre el mundo” y todo lo que ves es la vegetación. Para mucha gente, la iglesia es llegar a ella, pero Klumb entendía lo que era moverse por ella y cuáles eran sus rituales. En la Iglesia tradicional se están diseñando paredes, Klumb está diseñando espacios, continuidad espacial”.
“Su gran mérito también es parte de su padecimiento, él probó esta idea de la arquitectura abstracta, en la cual las paredes no son muros para colgar cuadros, sino planos abstractos, lo cual implica que para él una superficie era la extensión definida del plano. En el plafón de San Martín no hay una sola junta, parece estar fundido en hormigón, pero está hecho de un material que si hoy día lo tratamos de replicar no vamos a poder”, señaló Rigau.
Parroquia Nuestra Señora del Carmen
Otro ejemplo de su obra arquitectónica eclesiástica es la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, también en Cataño. Inaugurada en 1960 con el fin de sustituir una estructura de ladrillo con fachada neoclásica y techo de zinc original de 1904, Klumb le fue comisionada esta estructura, la cual fue construida en concreto expuesto.
“Haciendo uso de los materiales de la época, Klumb diseña esta iglesia en concreto expuesto la cual marcó otra manera de interpretar el ritual católico al crear una iglesia que se siente como una sola pieza”, dijo Rigau, quien agregó que la misma fue creada sin naves laterales, para dar la sensación de una sola pieza.
“Nuestra Señora del Carmen es una pieza curiosa. Centralizada, resultaba quizás muy grande para el lugar donde está ubicada, pero se distingue por un tragaluz y paredes que no llegan hasta el techo. En los últimos años ha sufrido cambios, al empujar el altar para atrás para hacer de ella una iglesia más tradicional”, agregó el arquitecto.
Según explica en su artículo el profesor Vivoni, esta iglesia situada en un solar de configuración difícil e irregular, “Klumb creó una iglesia de planta centralizada cubierta por una gran sombrilla de hormigón. Para adecuar la escala de la estructura al contexto urbano, disminuyó en escala la entrada por la Plaza de Cataño y, con una curva sensual, convida a los transeúntes a que entren al interior. Para enfatizar la relación con la Plaza, colocó el campanario en eje con la misma”.
Iglesia San Ignacio de Loyola
La última de las obras eclesiásticas de Klumb fue la Iglesia San Ignacio de Loyola, ubicada en la Urbanización Santa María en los predios del Colegio San Ignacio en Río Piedras. Al igual que sus obras anteriores, esta expresa esa comunión entre la naturaleza física y espiritual al ser un espacio abierto.
“Esta obra goza de una espacialidad única. Techos altos, ventilación cruzada y con espacio abiertos que dejan entrar el exterior al interior. Todo pensado desde la lógica de la sustentabilidad, diseñada para dejar salir el aire caliente por unos ventiladores”, dice Rigau, quien señala que esta estructura también ha sufrido cambios en los últimos años que han afectado su funcionalidad.
“Llamamos estos cambios la maldición de Klumb, ya que como él creía en los espacios abiertos, esto implica que a veces te vas a mojar, como ocurre en los pasillos de la Facultad de Sociales en la UPR, pero en San Ignacio al cerrar los ventiladores originales, hicieron lo peor que podía pasar”, lamentó Rigau y agregó que aquí al igual que en sus otras obras el arquitecto alemán se hacía también cargo del diseño de los bancos, el reclinatorio, el altar y hasta los confesionarios.
La gran aportación de Klumb radica en los cambios que introdujo con la modernidad: la posibilidad de revertir la tradición de hacer el culto en lugares no tradicionales, la abstracción misma de las iglesias, la integración entre el interior y el exterior, la pureza de las líneas, la visión de la obra total donde él lo diseño todo y la incorporación del arte contemporáneo.
No hay duda que la aportación de Henry Klumb a la arquitectura eclesiástica en la isla dejó tras de sí una interesante obra en una época en que el país se encontraba en pura ebullición hacia la modernidad.
Conocido mayormente por su aportación en la ampliación modernista que a mediados del siglo 20 experimentó el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, ejemplificada en edificios como el Museo de Historia, Antropología y Arte, el Centro de Estudiantes y la Biblioteca General, el arquitecto Henry Klumb también realizó una enorme aportación a la arquitectura eclesiástica en la Isla al contribuir con una interesante obra que cambió el modo hasta entonces conocido de adorar a Dios.
Invitado a la Isla por el entonces gobernador de Puerto Rico, el planificador norteamericano Rexford G. Tugwell, Klumb se había graduado de arquitecto en 1925 en su ciudad natal, Colonia, Alemania, desde donde se trasladó dos años después a Estados Unidos con la idea de buscar por medio de la arquitectura, "valores superiores", entendiendo que los encontraría junto al arquitecto Frank Lloyd Wright, de quien aprendió que la verdadera arquitectura "trasciende el tiempo y evoluciona siguiendo principios orgánicos".
Una vez en Puerto Rico, Klumb laboró para el Comité de Diseño de Obras Públicas y estableció su práctica privada en 1945 bajo el nombre de “The Office of Henry Klumb”, la cual se convirtió rápidamente en una de las oficinas de arquitectura de mayor importancia en Puerto Rico.
En su escrito Hacia una modernidad tropical: la obra de Henry Klumb, 1928-1984, el profesor Enrique Vivoni, director del Archivo de Arquitectura y Construcción de la Universidad de Puerto Rico, indica que “en su práctica privada, Klumb exploró y desarrolló unas herramientas de diseño cuyas raíces se encontraban en Europa, curiosamente en la arquitectura de Le Corbusier: los pilotes, la planta libre, los ventanales continuos y la fachada libre. Mientras que por otro lado, los cinco años de aprendizaje con Frank Lloyd Wright le enseñaron a armonizar el edificio con la tierra, articular el espacio interior y exterior, privilegiar las líneas horizontales y diseñar con la naturaleza. Estas herramientas y principios arquitectónicos lo llevaron al uso del quiebra sol, la pared perforada, las paredes en pivote y la preferencia por la ventilación cruzada y la iluminación natural”.
Durante 20 años, Klumb fue el único arquitecto a cargo de las nuevas edificaciones en la Universidad de Puerto Rico y en ellas logró desarrollar plenamente sus ideas arquitectónicas las que más tarde trasladó a sus diseños hechos para la Iglesia Católica.
Desde hace unos años el arquitecto Jorge Rigau ha estado liderando de manera voluntaria la restauración de la Parroquia San Martín de Porres en Cataño, cuya construcción data de 1949, una de las iglesias más emblemáticas de este arquitecto alemán.
Según el arquitecto Rigau, egresado de la Universidad de Cornell, la nueva visión de los años sesenta en Puerto Rico, “Klumb establece un “swift “ en lo que hasta entonces se conocía. Mientras los edificios históricos eran simétricos, con ese cambio estilística y urbanísticamente hablando, la arquitectura religiosa se va manifestar de otra manera. Una forma elocuente de entender esto, es que a la misma vez que Klumb crea San Martín de Porres en ese mismo año se inaugura la iglesia San José de Villa Caparra, que representa uno de los últimos aletazos del estilo tradicional del “Spanish Revival” con una nave principal y las capillas laterales”.
“A través de la historia ha habido dos modelos de templos que vienen desde los griegos y lo romanos. Los primeros usaron el modelo longitudinal, con la idea de que para adorar tú haces una procesión. Mientras que los romanos, usaron el modelo centralizado, en el que se utiliza el círculo como figura perfecta. Cuando el Cristianismo sale de las catacumbas tiene un problema de imagen porque habían hecho el culto oculto, así que cuando salen tienen que definir cuál es la cara que va a tener. De manera que adoptan la forma del lugar donde hasta entonces se administraba la justicia, que eran las basílicas, un concepto que estaba más a tono con el cristianismo”, explicó Rigau, quien agregó que hoy día las basílicas son iglesias pero en la época romana eran cortes de justicias, así que se adopta ese modelo que se perpetúan de muchas maneras, pero que mantiene un espacio central y dos laterales.
“De ahí vienen las iglesias medievales, que son largas, donde el individuo va peregrinando a través de la vida para encontrar la luz, que sale por el Este por lo que la iglesia va a estar orientada hacia el Este. Después del Renacimiento se vuelve a mirar el círculo y comienzan a aparecer las iglesias centralizadas. El Vaticano comienza su primer diseño por ser una iglesia centralizada. Llega el Barroco y se introducen estructuras más pesadas debido a que como iban a ser altas, tenían que llegar a Dios. Así que la idea de una iglesia para muchos de nosotros es esa: pilares y arcos”.
Explica el arquitecto que con la modernidad se plantean conceptos distintos en diferentes países, así como serios debates acerca de que era necesario “hacer iglesias contemporáneas para hacer entender que Dios era parte del presente y que está entre nosotros, en lugar de pensar que Dios había que ir a buscarlo a las iglesias del pasado”.
Así llegamos al año del 1950 y nos encontramos con realidades distintas. Mientras la Iglesia San José de Villa Caparra es construida con elementos como el rosetón medieval, la torre, las ventanas en arcos y las naves laterales bajitas, ese mismo año Klumb está haciendo una iglesia moderna abierta al exterior, lo que representa una ruptura enorme con lo que hasta entonces se estaba haciendo aquí.
“Klumb llega a la Isla para contribuir a la arquitectura con una interesante obra de elementos modernistas en un momento histórico en que existía un concepto general de que el país podía echar hacia delante y donde había un clima de cosas creativas”, dice Rigau, quien añadió que “examinando la obra de Klumb, todos los elementos de las iglesias modernas están en su obra: la continuidad entre el interior y el exterior, una mayor fluidez y flexibilidad en los espacios, una sensibilidad especial hacia lo que es la secuencia”.
Santuario de San Martín de Porres
La primera comisión que Klumb obtuvo de la Iglesia Católica fue en 1946 para el diseño de la Capilla Santa Rosa, lo que resultó en una estructura bastante estoica. Sin embargo, no fue hasta que le fue comisionado en 1949 el diseño del Santuario de San Martín de Porres, en Bayview, Cataño, que Klumb crea una revolución en lo que hasta entonces había sido la arquitectura eclesiástica en Puerto Rico al introducir elementos tales como “la comunión directa con la naturaleza que se confabula en esta obra arquitectónica para crear una verdadera pieza de arquitectura tropical”.
Ejemplo de lo anterior es el Santuario de San Martín de Porres, en la cual según menciona Rigau “cuando caminas hacia el altar a comulgar el espacio está como contenido, pero cuando se vuelve de comulgar se “abre el mundo” y todo lo que ves es la vegetación. Para mucha gente, la iglesia es llegar a ella, pero Klumb entendía lo que era moverse por ella y cuáles eran sus rituales. En la Iglesia tradicional se están diseñando paredes, Klumb está diseñando espacios, continuidad espacial”.
“Su gran mérito también es parte de su padecimiento, él probó esta idea de la arquitectura abstracta, en la cual las paredes no son muros para colgar cuadros, sino planos abstractos, lo cual implica que para él una superficie era la extensión definida del plano. En el plafón de San Martín no hay una sola junta, parece estar fundido en hormigón, pero está hecho de un material que si hoy día lo tratamos de replicar no vamos a poder”, señaló Rigau.
Parroquia Nuestra Señora del Carmen
Otro ejemplo de su obra arquitectónica eclesiástica es la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, también en Cataño. Inaugurada en 1960 con el fin de sustituir una estructura de ladrillo con fachada neoclásica y techo de zinc original de 1904, Klumb le fue comisionada esta estructura, la cual fue construida en concreto expuesto.
“Haciendo uso de los materiales de la época, Klumb diseña esta iglesia en concreto expuesto la cual marcó otra manera de interpretar el ritual católico al crear una iglesia que se siente como una sola pieza”, dijo Rigau, quien agregó que la misma fue creada sin naves laterales, para dar la sensación de una sola pieza.
“Nuestra Señora del Carmen es una pieza curiosa. Centralizada, resultaba quizás muy grande para el lugar donde está ubicada, pero se distingue por un tragaluz y paredes que no llegan hasta el techo. En los últimos años ha sufrido cambios, al empujar el altar para atrás para hacer de ella una iglesia más tradicional”, agregó el arquitecto.
Según explica en su artículo el profesor Vivoni, esta iglesia situada en un solar de configuración difícil e irregular, “Klumb creó una iglesia de planta centralizada cubierta por una gran sombrilla de hormigón. Para adecuar la escala de la estructura al contexto urbano, disminuyó en escala la entrada por la Plaza de Cataño y, con una curva sensual, convida a los transeúntes a que entren al interior. Para enfatizar la relación con la Plaza, colocó el campanario en eje con la misma”.
Iglesia San Ignacio de Loyola
La última de las obras eclesiásticas de Klumb fue la Iglesia San Ignacio de Loyola, ubicada en la Urbanización Santa María en los predios del Colegio San Ignacio en Río Piedras. Al igual que sus obras anteriores, esta expresa esa comunión entre la naturaleza física y espiritual al ser un espacio abierto.
“Esta obra goza de una espacialidad única. Techos altos, ventilación cruzada y con espacio abiertos que dejan entrar el exterior al interior. Todo pensado desde la lógica de la sustentabilidad, diseñada para dejar salir el aire caliente por unos ventiladores”, dice Rigau, quien señala que esta estructura también ha sufrido cambios en los últimos años que han afectado su funcionalidad.
“Llamamos estos cambios la maldición de Klumb, ya que como él creía en los espacios abiertos, esto implica que a veces te vas a mojar, como ocurre en los pasillos de la Facultad de Sociales en la UPR, pero en San Ignacio al cerrar los ventiladores originales, hicieron lo peor que podía pasar”, lamentó Rigau y agregó que aquí al igual que en sus otras obras el arquitecto alemán se hacía también cargo del diseño de los bancos, el reclinatorio, el altar y hasta los confesionarios.
La gran aportación de Klumb radica en los cambios que introdujo con la modernidad: la posibilidad de revertir la tradición de hacer el culto en lugares no tradicionales, la abstracción misma de las iglesias, la integración entre el interior y el exterior, la pureza de las líneas, la visión de la obra total donde él lo diseño todo y la incorporación del arte contemporáneo.
No hay duda que la aportación de Henry Klumb a la arquitectura eclesiástica en la isla dejó tras de sí una interesante obra en una época en que el país se encontraba en pura ebullición hacia la modernidad.
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